Me he hecho está pregunta cada vez que he empezado uno de los tantos cursos a los que me he apuntado, desde agricultura biológica, inglés, azulejador, corte y confección, informática, cuidado de personas dependientes, etc. También cuando, después de muchos años sin estudiar, me matriculé en un Ciclo Formativo de Grado Superior en el mismo instituto en que mi hijo hacía Secundaria, y ahora, cuando mis amigas dicen que van a ir de excursión o van con la asociación de mujeres al teatro y yo me quedo porque tengo que estudiar.
Más que una pregunta, encierra una exclamación de miedo ante el nuevo reto, no sólo por el esfuerzo que supone cuando tienes que compaginarlo con tu familia y el trabajo, los compañeros con los que coincides, los profesores, las nuevas técnicas y métodos a los que te tienes que adaptar, etc.; sino también porque dudo de si seré capaz de hacerlo y de si esto me aportará algo.
La respuesta la tengo yo misma porque “nadie me ha mandado”. Son mis ganas de aprender, de conocer cosas nuevas lo que me ha llevado a aprovechar las oportunidades de formarme tanto en educación formal, no formal o informal. Soy de las que siempre me ha gustado estudiar, conocer lo que me rodea, buscar el porqué.
Poco a poco y por distintos derroteros he llegado a estudiar este Grado de Educación Social. Me gustaría transmitir la ilusión por lo importante que es la educación, que no importa la edad, que no importa la situación social o familiar, que no importa si es por necesidad laboral o por el mero gusto de aprender, lo importante es que nos sirva para mejorar, para sentirnos ciudadanos, para querernos más a nosotros mismos.
Y si en medio de este camino nos preguntamos:
¿Quién me mandaría a mí?
Nos haremos un guiño y seguiremos adelante.